martes, 10 de enero de 2012

FIN.

El primer impacto de bala te destroza la rodilla derecha, la verdad es que no es tan doloroso como podrías haber imaginado, aunque solo has visto este tipo de cosas en las películas y ya se sabe lo que pasa en las películas.

Ahora mismo te duelen más los diversos cortes que tienes por los antebrazos y la cara, algunos son superficiales, otros más profundos, pero ninguno es mortal. También tienes tres dedos rotos de la mano izquierda, no sabes exactamente cuales, te duele toda la macho y está muy hinchada, pero lo que más te duele sin duda alguna es la boca, estás hablando de dolor físico claro, el golpe contra la encimera de granito de primera calidad ha hecho que ahora mismo escupas varios incisivos, mocos y sangre, seguramente también tienes el tabique nasal partido en varios pedazos, no lo sabes, no eres médico, pareces un cerdo el día de matanza, lo mejor sería poner algún tipo de cubeta bajo tu cabeza para que la sangre no se extienda demasiado por el suelo, adoras este suelo, baldosas de treinta por treinta color blanco nuclear no concibes una cocina de otro modo, el suelo tiene que ser blanco, hay que esforzarse más en limpiarlo pero da más luz y armonía, además te relaja limpiarlo, es tu paz interior.

Tumbado en el suelo, a través de la puerta entreabierta de la cocina en la que te encuentras, la cocina de tu casa, puedes ver los dos cadáveres tendidos en el pasillo, el parquet de madera natural esta empapado, si no se seca rápido se hinchara y eso si que es un problema, si esto llegase a ocurrir tendrían que lijarlo todo de nuevo o incluso cambiarlo y es horrible cuando hacen obras en casa porque se llena todo de polvo y normalmente los operarios traen la ropa y las botas sucias y se apoyan por todas partes y pisan donde no tienen que pisar sin inmutarse, no tienen la mas mínima consideración con tu hogar ni contigo.

Alguien va a tener que limpiar mucha sangre piensas, tiene que ser un trabajo horrible, sólo alguien como tú disfrutaría con eso, incluso las paredes están salpicadas de sangre y materia gris, a uno de los cuerpos le falta parte de la cara, parece que se la haya mordido algún roedor, pero ha sido el mismo cuchillo de cocina que te ha mordido a ti, esperas que si el cuchillo estaba previamente manchado por la sangre de otros no contenga enfermedades, cierras los ojos y visualizas el acero inoxidable limpio, reluciente y recién afilado, te imaginas lamiendo el filo, sientes el sabor del acero, te recuerda al poder, no al poder que da el dinero o la fama o la política, te refieres al poder de verdad, el de dar y quitar como una especie de dios, pero no sabes por qué, ahora da igual, son los últimos pensamientos de tu vida, aprovéchalos, no pienses en tonterías.

Llegados a este punto te paras a pensar en lo que dice la gente de estas situaciones, todo ese rollo del instinto de supervivencia, que las personas sometidas a este tipo de situaciones hacen lo imposible por vivir, sé positivo, piensa que puede haber alguna posibilidad, piensa que todo saldrá bien, que todo puede mejorar.
Pero los demás no son tú, tú sabes que nada va a salir bien y que nada va a mejorar, es el fin, déjate morir.

Te concentras en prepararte para la muerte, esperas ver pasar tu vida en imágenes a 24 fotogramas por segundo delante de tus retinas, pero esto no ocurre, ni ocurrirá, no a ti, en ti las cosas pasan de otra manera. Ahora te preocupa la suciedad, el pasillo, la encimera y el suelo de la cocina. Tras la discusión de ayer, cuando te acusaron de maniático de la limpieza y de no dejar vivir en paz a los demás te pusiste a limpiarlo todo a fondo compulsivamente y ahora está todo asqueroso, eso sí que duele.

El segundo disparo llega sin avisar, te atraviesa la mano izquierda, sí, la de los dedos rotos, la que esta hinchada como un guante de látex cuando se sopla dentro y se infla. Éste ha sido peor que el de antes, y eso que la bala es pequeña, hace un pequeño agujerito de 9 milímetros en tu mano, como un estigma. Puedes ver las cortinas, también sucias, a través de la pequeña mirilla, no te preguntas como quedaría tu mano tras varias operaciones quirúrgicas y largos meses de rehabilitación, no te lo preguntas por que ya da igual, vas a morir.

Tienes la cara empapada de sangre, de tu sangre, lo peor no es el olor a rancio ni el sabor dulzón, lo peor es que se te mete en los ojos, te escuecen y te impide ver con claridad. La sangre sigue manando a borbotones por todo tu cuerpo, el dolor es insoportable, intentas gritar pero no puedes casi ni respirar, intentas no ahogarte con la sangre, sólo puedes gruñir. Gruñes.

Ahora la pistola te apunta al estómago. Tarda unos segundo en producirse la detonación, segundos interminables por otra parte. Te recuerda a cuando te vas a quitar una tirita y sabes que vas a arrancarte algunos pelillos, o a la sala de espera del dentista, joder eso sí que es horrible, sabes que algo malo tiene que pasar pero el momento no llega, crees que las cosas malas deberían pasar rápido y sin avisar, te va a doler lo mismo y no pasas la angustia anterior, así puedes centrarte totalmente en el dolor sin distracción alguna.

Dicen que morir de un disparo en el estómago es de las muertes más dolorosas, sin duda duele, eso es verdad, pero no sabes si vas a morir de eso, puede que te desangres antes por el resto de agujeros y grietas que tienes abiertas por todo el cuerpo o puede que el cañón del arma vuelva a escupirte y te toque algún órgano vital y mueras instantáneamente, pero aquí no se trata de eso, se trata de que tú aguantes el máximo dolor posible, no sabes dónde está el límite, hubieras dicho que el límite estaba mucho antes y mira hasta dónde has llegado, lo estás consiguiendo.

Te empiezas a marear, has perdido mucha sangre, estás seco, en la reserva, sería una lástima perder el conocimiento ahora, perderte los últimos instantes de tu vida, los primeros de tu muerte, sería como dormirse durante el último corte publicitario de tu película favorita antes de saber que es tu película favorita.
Hay que tomar una última decisión, a partir de ahora todo va a ser lo último que hagas, en realidad hace un buen rato de eso, pero ahora te haces más consciente de ello.

Notas el cañón en la sien, todavía está caliente por el último disparo, está muy caliente, casi quema.
Cierras los ojos, por última vez, tragas saliva y sangre por última vez, respiras tu última bocanada de aire, te habría gustado que oliese a jazmín, o a lavanda, son los olores que corresponden a los limpiadores para el suelo de la cocina que usas habitualmente, lavanda entre semana y jazmín en fin de semana y festivos, sí, friegas la cocina cada día, hay días que dos o tres veces, depende de la gente que haya en casa y las veces que se use. Sin embargo hoy no sabrías decir a que huele, ¿así huele el dolor?, de lo que estás seguro es de que sabe a sangre.

Expiras por última vez, amartillas el percutor, presionas levemente con el dedo índice sobre el gatillo.
¿Y ahora quién va a limpiar todo esto?.


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